Ansiedad Miedos y Fobias

La ansiedad se dispara ante algún peligro, a los ansiosos sin peligro aparente. ¿Quiere esto decir que los ansiosos somos miedosos?


El espectro de los llamados trastornos del ánimo, aquellas dolencias psicológicas que no responden a una alteración contrastada médicamente de nuestro cerebro (como pueda ser la esquizofrenia), son alteraciones que tienen mala consideración social, sobre todo porque su existencia no puede ser demostrada de la misma manera que el resto de dolencias; cuando tenemos un brazo roto o padecemos paperas, es difícil que alguien te lo cuestione.

Ansiedad Miedos y Fobias
by epSos.de
En el caso de los trastornos del ánimo (depresión, ansiedad y estrés) quien los padece sabe de su sufrimiento, pero este no puede ser demostrado con una prueba clínica, lo cual da pie al engaño y el que la gente que nos rodea pueda pensar que no es realmente nada grave lo que nos ocurre sino que, simplemente: o estamos fingiendo o somos personas débiles que no sabemos afrontar los problemas con los que todos tenemos que lidiar a diario.

En el caso de las personas que padecemos trastorno de ansiedad: sabemos que la ansiedad es un sistema preventivo que nos prepara ante los peligros, sabemos que las personas ansiosas tenemos un mal funcionamiento de este sistema y se nos está activando ante peligros que en realidad no existen.

Si pensamos que el miedo es una emoción que surge cuando interpretamos una situación como peligrosa, que tiene como objetivo alertarnos y obligarnos a actuar para evitarlo, huyendo, luchando o pidiendo ayuda, y que esto es lo que ocurre cuando se dispara el sistema ansiedad, la conclusión es rápida: los ansiosos somos miedosos, somos gente que tenemos miedo a cosas a los que los demás no suelen temer: espacios abiertos, espacios cerrados, muchedumbres, soledad, viajar en avión, etc.

Cuando ese miedo es algo muy intenso y responde a cosas a las que la gente no suele temer porque tienen muy poca probabilidad de ocurrir (que se estrelle un avión) o simplemente no son amenazas reales (las cucarachas), en este caso estamos hablando de fobias. Las fobias por su intensidad extrema de respuesta al peligro serían las desencadenantes del ataque de ansiedad.

Con este panorama es normal que cuando te diagnostican que tienes ansiedad, que padeces de trastorno de ansiedad, que no te estas muriendo sino que tienes un ataque de ansiedad, lo normal es que tu primera reacción sea la negación: lo que a mí me ocurre no es ansiedad, yo no soy una persona débil ni un miedoso, mi problema responde a otra causa, es un error de diagnóstico.

Podemos seguir consultando a distintos especialistas y obteniendo una y otra vez el mismo diagnóstico. Antes de seguir insistiendo en que se trata de errores de diagnóstico deberemos aceptarlo lo antes posible y concentrar nuestros esfuerzos en aprender a controlar la ansiedad y controlar el ataque de ansiedad y, respecto a la opinión popular, preguntarnos:


Los Ansiosos somos miedosos



¿Has observado como con frecuencia las personas mayores tienen más reparos en conducir de noche que las personas jóvenes? Algunas personas, en especial las jóvenes, te dirán que esto responde a que con los años nos hacemos más miedosos. La pregunta ahora sería si estas personas mayores son más miedosos o más responsables: Al conducir, estamos desplazando 1 tonelada a 120Km, esto deja bajo nuestras manos una gran cantidad de energía. Las personas jóvenes no suelen ser conscientes de la responsabilidad que esto supone, por el contrario, las personas mayores sí suelen ser conscientes de ello y de que sus reflejos ya nos son los de antaño, por tanto ¿Son más miedosos o más responsables?

El miedo tiene una función adaptativa, la de informarnos de los peligros.

En principio todos nacemos sin miedos o con miedos muy básicos (no está demostrado pero es posible que todos nazcamos con miedos innatos a cosas como a no tener cubiertas nuestras necesidades básicas, los ruidos fuertes inesperados o los golpes) y nuestra experiencia personal, es la que hace que los desarrollemos por un proceso de aprendizaje: estimulo – desenlace. De esta manera cuando recibimos determinados mensajes, anticipamos determinadas consecuencias.

Ansiedad Miedos y Fobias 02
Por desgracia, proceso de asociación no siempre está muy definido, no siempre está claro qué es lo que provocó que ante determinados estímulos asociemos determinadas respuestas. Ello es debido principalmente a que: todos tenemos días malos, días en los que estamos especialmente abatidos, tristes, cansados, etc. días en los que asociaremos estímulo–consecuencia de manera errónea y que, generalmente, nos gusta muy poco la incertidumbre y tenemos una tendencia natural a asociar aquello que no podemos controlar con malas consecuencias.

Además, está demostrado que los miedos tienen a generalizarse y a extenderse a estímulos similares. Aunque algunas personas tienen más facilidad que otras para diferenciar, con frecuencia tendemos a ser generalistas y extender lo que fue un aprendizaje estímulo-consecuencia concreto a estímulos similares, previendo consecuencias que pueden ser equivocadas, pero que aceptamos como ciertas (y malas).


Siguiendo este razonamiento no siempre es fácil saber qué proceso mental es el que se ha desarrollado en nuestra mente para que ante determinados estímulos responda con una percepción de peligro y dispare el sistema ansiedad. Puesto que desconocemos estos mecanismos, sólo percibimos los síntomas de la ansiedad y no sabemos por qué se están produciendo, lo que nos lleva al equívoco de pensar que no responden a la ansiedad sino a otras causas.

En realidad no tenemos miedo, no tenemos un temor consciente a algo concreto sino una (o varias) malas asociaciones estímulo-consecuencia, que hacen que se dispare la ansiedad sin que – normalmente – sepamos a qué es debido. En el caso de las personas con una ansiedad concreta, las que padecen agorafobia, fobia a volar, fobias específicas, etc. sí son conocedoras del detonante, pero no del proceso asociativo que las ha conducido a esta ansiedad.

Para comenzar a desenredar esta madeja primero debemos comprender que el temor a algo responde a dos cuestiones:
  • El peligro objetivo en sí: No es lo mismo ir paseando por una calle y al girar la esquina toparnos de cara con un gatito o hacerlo con un tigre. Aunque en ambos casos nos hemos cruzado con un felino y un gato que se siente acorralado puede ser muy peligroso, objetivamente es mucho más peligroso encontrarnos con un tigre.
  • Las herramientas, capacidades, medios en definitiva los recursos que tengamos para afrontar esta situación


Ante nuestra ansiedad el primer paso será conocer cuáles son los detonantes reales de nuestro trastorno y aprender a valorarlos en su justa medida. Por ejemplo: si tenemos miedo a volar, no podemos buscar la solución a nuestro problema en una garantía al 100% de que el avión no se estrellará o en transformarnos en lo que le ocurre a la mayoría de gente y es que ni tan solo piensa conscientemente en este peligro; aunque minúscula, la opción de estrellarse existe y superar nuestro miedo pasará por asumirlo igual que asumimos tantos otros peligros, esta vez de forma consciente.

El segundo factor del miedo, los recursos que tengamos para afrontarlos; es la herramienta que nos va a permitir controlar nuestra ansiedad. Aun no conociendo el origen de la misma, aún sin saber qué asociación estímulo-consecuencia fue el detonante de nuestro trastorno de ansiedad, de nuestro ataque de ansiedad, es posible recuperar o desarrollar los recursos que nos permitan afrontar esta consecuencia con garantías y, por tanto, que nuestro sistema ansiedad no se active ante los estímulos pues no apreciaremos peligro en su consecuencia.

Volviendo al caso de las personas adultas y su reticencia a conducir de noche, podemos hablar de los niños pequeños que tienen miedo a la oscuridad. Este temor, habitualmente, se supera con el tiempo cuando el niño razona lo improbable de su miedo (nadie puede asegurar al 100% que la oscuridad no esté “escondiendo” ningún monstruo o malvado) y cuando el niño se desarrolla y adquiere mayor confianza en sus capacidades para solventar ese improbable acontecimiento.