En la ansiedad no seas tú el obstáculo

La Ansiedad está condicionando tu vida, te la está robando pero, lo que casi nunca pensamos, es que nosotros podemos estar ayudando.


El trastorno de ansiedad y los ataques de ansiedad son una alteración que limita mucho nuestra calidad de vida lo que justifica el que busquemos desesperadamente maneras de curarla que, ante la mala solución que plantea la medicina tradicional, busquemos la cura en brujos, embrujos y píldoras milagro, obviando lo que comentamos en nuestro anterior artículo “Controlar Ansiedad: lo imprescindible eres tú” , y es que la cura de la ansiedad va a necesitar fundamentalmente de nosotros.

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Probablemente puedas considerar que estamos diciendo algo sin sentido, pues tú quieres curar la ansiedad, puede que pienses que esto resulta incluso ofensivo, pues sientes que te estamos criticando por no poner todo lo necesario para la cura, pero no es esta nuestra intención: vamos a dedicar este artículo a esas limitaciones que inconscientemente nos ponemos y dificultan la cura de la ansiedad.

Piensa en las situaciones que te proponemos:

  • Cuando te sucede algo que aparentemente es demasiado bueno para que te ocurra a ti, ¿Piensas que no es cierto y recelas? Por ejemplo: el jefe se acerca a ti y te dice que está contento con tu trabajo ¿Piensas que algo malo ocurre y prevés tu despido?
  • Haces planes para cualquier cosa, intentas tener controlado cualquier imprevisto y nunca consigues llevarlos a término porque algo más importante te lo impide.
  • Dedicas todo tu tiempo y esfuerzo en los demás y el amor que les procesas, ¿tanto que no te queda tiempo para ti?


Estas no son cuestiones lanzadas al azar, son las tres situaciones típicas de trampa-psíquica, son las tres situaciones más características en las que creemos estar actuando correctamente y paradójicamente son las que nos están impidiendo disfrutar y ser un poco más felices, perpetuando nuestra ansiedad.


Nuestras trampas hacia la Ansiedad



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Pese a que algunos expertos consideran que son necesarias, ojala la vida estuviera exenta de dificultades, ojala pudiéramos vivir toda nuestra vida felices, sin sobresaltos, sin nada que enturbiara esa dicha, pero la realidad de la vida es que está llena de situaciones difíciles, en muchos casos dolorosas y nuestra actitud ante ellas es la que dictará cómo nos repercutan (y consecuentemente cómo afecten a nuestro problema de ansiedad).




Perfeccionismo.

Sabes que no eres perfecto, que en ocasiones fallas pero tienes un alto nivel de superación e intentas en casa momento, en cada faceta de tu vida (en tu trabajo, con tu pareja, con tu familia, incluso contigo mismo) mejorarte y hacer lo correcto.

Como dice el psicólogo Walter Riso, ¡¡Tú naciste para ser feliz, no para ser perfecto!!, es una de esas enseñanzas que no se dan en los colegios pero se debería.

Puede que no te sepas perfecto, pero empecinadamente tratas de serlo, lo cual implica que no te aceptas, que no interiorizas que - como cualquier otra persona – tienes derecho a equivocarte.

El intentar mejorar día a día es una actitud que nos dignifica pero no podemos confundirla con el no permitirnos errar o el recriminarnos por hacerlo. Ni nosotros ni los demás somos perfectos y todos cometemos errores, algo que debemos aceptar y asumir como paso previo a ser más tolerantes con los demás y con nosotros mismos, a juzgar a los demás de una manera más justa y a juzgarnos a nosotros con la misma escala.

Pregúntate: ¿Cuántas veces te has recriminado cosas que en otros habrías disculpado?


Aplazar las decisiones.

La ansiedad ya es de por sí bastante traumática como para añadirle las dudas del futuro. Nuestra vida implica tomar decisiones, decisiones que nos obligan a salir de esa zona de confort en la que solemos establecernos. Estamos tumbados en el sofá con dolor de tripas y no nos atrevemos a movernos por si aumenta el dolor, con lo que nos perdemos la posibilidad de que mejore.

Todos tenemos tendencia natural a no abandonar nuestra zona de confort, una zona que puede ser dolorosa pero es conocida. Decidir supone arriesgar, supone hacer algo que puede mejorarnos o empeorarnos, pero inevitablemente salir de nuestro confort, por lo que tenemos tendencia a aplazar esa decisión.

Este problema se acentúa aún más en las personas que padecemos de trastorno de ansiedad, el problema es que en ese aplazamiento perdemos la oportunidad de hacer las cosas. No nos decidimos y acabamos haciendo las cosas urgentes (inevitables) y no las importantes. Es algo que debemos aprender a superar desde ya:

El momento ideal para hacer aquello que quieres es ahora.


La Culpa

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Dice el refranero español “Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra” y es que todos tenemos algo de lo de arrepentirnos. La culpa es un sentimiento hasta cierto punto bueno pues nos sirve como freno que impide que hagamos determinadas acciones moralmente inapropiadas, pero cuando este nivel se sobrepasa, la culpa se transforma en una losa que impide que avancemos.

Esto o aquello lo hice mal, en esa situación no actué como debía, intento esquivar mis responsabilidades con….

La culpa que nos atenaza, la culpa que hace que no seamos capaces de perdonarnos el error cometido y darnos una segunda oportunidad, la culpa que hace que nos sintamos despreciables por eludir determinadas cosas a las que teóricamente estaríamos obligados.

En realidad normalmente no somos tan despreciables como nosotros mismos nos atribuimos, normalmente somos un juez bastante injusto cuando el juzgado somos nosotros mismos, debemos aprender a darnos segundas oportunidades y no olvidar nunca que, si bien los demás tienen derecho a ser felices, nosotros también tenemos el mismo derecho.


La muralla.

Nada más natural que el intentar protegernos de los peligros que nos acechan. Nada más antiguo que levantar una muralla para proteger el castillo.

Ante los peligros de la vida tendemos a construir una coraza que nos aísle y nos proteja de ellos. El problema de esta coraza es que, además de protegernos, nos convierte cada vez más en personas más inseguras, más miedosas, más débiles y debemos reforzarla cada vez más. Una coraza que nos va a evitar en cierta medida los problemas pero, y esto sí es seguro, nos va a evitar conocer situaciones y personas que nos serían muy beneficiosas, incluso va a alejar a nuestros seres queridos.

Es recomendable mantener cierta cautela, pero no debemos levantar una muralla que impida entrar lo bueno.

Como comentábamos al inicio de este artículo existen una serie de actitudes que aparentemente nos protegen y nos ayudan a evitar los problemas de la vida pero, como hemos visto, estas actitudes esconden una trampa que puede dificultar, incluso impedir nuestro objetivo de aprender cómo controlar la ansiedad.


La vida esconde peligros pero 
la única manera posible de disfrutarla, de aprovechar los buenos momentos, 
es vivirla.